Los seres humanos son dotados de libre albedrío. Esa facultad espiritual es orientada por el raciocinio, un importantísimo atributo también espiritual, pues, cuanto más el raciocinio es mejorado, mayor es la capacidad de análisis y toma de decisiones sobre los problemas por los que todos pasan, a fin de ser bien resueltos.
Sin embargo, para poner en práctica las deliberaciones personales, es necesario que el libre albedrío sea controlado por la voluntad, otro atributo espiritual también muy importante a ser usado en la vida cotidiana, porque el moviliza las aspiraciones y realizaciones humanas. Siendo así, cuanto más lúcido el raciocinio y mayor la fuerza de voluntad, mejor será el uso correcto y seguro del libre albedrío.
Siempre se oye que el libre albedrío confiere a las personas plena libertad de acción, tanto para el bien, cuanto para el mal. Sin embargo, aunque esa facultad espiritual sea un derecho humano, el uso del libre albedrío no es totalmente pleno como mucha gente piensa, porque el está subordinado a las normas de relacionamiento existentes en las sociedades organizadas.
Luego, la libertad conferida por el libre albedrío es relativa y limitada a la práctica del bien. Cuando es dirigida para el mal, el agente sufre las consecuencias de sus acciones, sea ante las leyes substantivas del plano físico, sea ante las leyes evolutivas en el campo astral. Por eso, vale la pena practicar el bien, y practican el bien todos los que se empeñan en mejorase a si mismos y en ayudar a los semejantes en la solución de sus problemas, pero, siempre obedientes a las normas de convivencia social existentes.
Esa convivencia ocurre en varias instancias en este mundo. Destacamos primeramente a la familia por ser el núcleo social más importante en el proceso evolutivo de la humanidad, pues las sociedades bien constituidas tienen como base la familia.
El grupo familiar abriga personas con diferentes niveles de adelantamiento espiritual a interaccionar diariamente de manera muy íntima, todas ligadas por lazos afectivos muy fuertes, donde el carácter de cada una se fortalece en las luchas cotidianas dirigidas para la sobre vivencia física y el crecimiento espiritual.
Por tanto, deben imperar en el medio familiar el respeto, la comprensión, la tolerancia y la armonía. Infelizmente lo que se observa en los días de hoy son hogares en que prevalecen la discordia, las desavenencias, la falta de respeto y hasta mismo la violencia física, dejando profundas marcas psíquicas en uno o más de sus miembros y la gran tendencia para su ingreso en el mundo de la delincuencia en razón de esa pésima convivencia, todo por falta de esclarecimiento espiritual. Felices son las personas que, mismo en esos ambientes fluidicamente densos, consiguen ser mejores de lo que aquellas que solo les dan malos ejemplos desde la tierna edad.
La segunda instancia social relevante es el lugar de trabajo, donde el ser humano pasa gran parte de la existencia, no importa si tiene el género femenino o masculino. La interacción de los trabajadores es más compleja hoy en día, teniendo en vista los distintos grados de evolución espiritual que todos poseen y de la mayor amplitud y complejidad de los niveles jerárquicos de mando y obediencia creados por la lógica materialista de resultados positivos para las metas establecidas.
Esa cultura organizacional existente en el servicio público y en el sector privado genera satisfacción a los participantes en el trabajo que ejecutan cuando es basada en criterios espiritualistas, o insatisfacción, si hubiere exclusivo interés materialista en la forma de cobranzas exageradas de objetivos, jornadas excesivas de trabajo, evaluaciones de desempeño injustas y tantos otros agentes motivadores de perturbaciones psicosomáticos.
La tercera instancia social que sobresale es más englobante, pues la interacción de las personas ocurre en los más variados ambientes, como el de los transportes colectivos, de las prestaciones de servicios, de las actividades comerciales, de las diferentes formas de entretenimiento, entre otros tantos.
Por consiguiente, resiliencia es la palabra de orden a ser usada en las diversificadas relaciones humanas. Es importante tener la capacidad de resistir las influencias fluídicas más o menos densas de los ambientes que por ventura la persona frecuente, no dejándose llevar por el comportamiento inadecuado de terceros, pero, al contrario, comportándose con moderación, ponderación, justicia y valor ante los semejantes al seguir las normas de civilidad compatibles con la convivencia armónica, pacífica y respetuosa.
Por eso, el esclarecimiento espiritual proporcionado por el Racionalismo Cristiano es fundamental, a fin de que todos comprendan la importancia de las leyes evolutivas, del poder del pensamiento bien vibrado, del uso adecuado de los atributos y de las facultades espirituales, sobretodo la del libre albedrío y constatar la fuerza interior que poseen y puede ser usada en los momentos difíciles de la vida. Entonces, nada mejor que estudiar la filosofía racionalista cristiana, para aprovechar bien la existencia y contribuir en la formación de un mundo más tolerante, comprensivo y solidario.
Traducido al español por Adelina González Bermúdez