DOCTRINACIÓN DE ANTONIO COTTAS
La vida en la Tierra es un campo abierto para estudios profundos. Son estudios que no tienen fin, porque el espíritu encarnado, con su capacidad de raciocinar, que es infinita, desarrolla aptitudes, con ponderación, moderación, justicia y valor. A través de esos estudios, se prepara para proyectarse en la inmensidad del Astral Superior, no precisando encarnar más, pues en los campos elevados de la espiritualidad todo es luz, todo es perfección.
En el devenir secular de las reencarnaciones, el espíritu tendrá siempre un terreno vasto de aprendizaje. De a poco, destacándose sin vanidades, el ser en evolución en el planeta gana proyección entre otros individuos, que admirarán su lucha. Sus ejemplos, y los de aquellos que mucho hicieron por el Racionalismo Cristiano, son motivo fuerte para el estudio de la Doctrina.
El conocimiento de la vida fuera de la materia da al ser humano la certeza de que tendrá siempre por delante mucho para investigar. Antes de decirse espiritualista, tiene que pensar dos o más veces, para concluir si realmente es o no seguidor de los principios doctrinarios, porque el espiritualista no quiere saber de la vida ajena, ni se preocupa tampoco si quieren saber de la suya, pues cada uno debe tratar de la propia existencia, tiene obligación de celar por ella. La persona que realmente se profundiza en el estudio de la espiritualidad con voluntad de vencer sus limitaciones no admite mentiras, traiciones y demás procedimientos que manchan el cuerpo fluídico del espíritu.
Siendo así, los días pasan y las personas van reflexionando mejor. A través del desarrollo de la espiritualidad, de a poco toman noción de lo que ignoraban, porque el raciocinio está alerta, la inteligencia se dirige para la ciencia, la cultura, alcanza, en fin, otras áreas de interés.
Si el espíritu viene a la Tierra, si encarna con los conocimientos de la vida fuera de la materia, tienen por obligación mejorar los atributos que forman el bagaje espiritual, porque el progreso no se hace de una vez. ¿Si los seres humanos no son iguales, como sabemos, que deben hacer? Erguirse espiritualmente, para comprender mejor y cumplir sus deberes, respetándose mutuamente, para tener valor. Y así, unidos, mucho harán por el propio progreso en el planeta.
Las obras literarias publicadas por el Racionalismo Cristiano no imponen nada, pero aconsejan, proporcionando a los lectores las enseñanzas que necesitan para realmente vivir mejor. Son libros que están al alcance de la comprensión de todos. Entre otros, el libro titulado “La vida fuera de la materia” es un texto para estudio por parte de los que desean desarrollar la espiritualidad más rápidamente. Vivir con honradez, conforme orientamos, implica no hablar de quien quiera que sea, no pensar ni accionar mal, no perturbarse por cualquier cosa, a veces hasta por nada. El ser humano honrado y ponderado analiza los hechos con firmeza inquebrantable, calla cuando debe callar y expresa sus ideas cuando hay ocasión para ello.
El espiritualista sabe lo que quiere. Es desapegado de las cosas materiales, de lo que es vulgar, sin valor, que ya podrían pertenecer a un pasado remoto. Pero, como se acostumbra decir, es preciso dar tiempo al tiempo. Nuevas reencarnaciones vendrán, a fin de que los individuos despierten para la espiritualidad, caminando sin discusiones, sin disgustos, sin acusaciones recíprocas, sin oír los dimes y diretes tan propios de las personas que tienen la mente ocupada solamente con asuntos irrelevantes.
Hagan un examen de conciencia y sentirán esas palabras como ciertas y seguras, para el propio bienestar.
DOCTRINACIÓN DE HUMBERTO RODRIGUES
Siempre orientamos a los asistentes de las reuniones públicas de las casas racionalistas cristianas para que reserven un momento diario en sus vidas y se interioricen. ¿Y por qué eso es importante? Porque, en el instante en que las personas se autoanalizan, pasan a percibir detalles de la personalidad que aún no habían notado. Muchas se juzgan injuriadas, se sienten perseguidas, alimentan ideas fijas, claman por piedad porque creen que no tienen suerte en la vida. Suerte es un vocablo que no se usa en el Racionalismo Cristiano, pues creemos, si, en oportunidades. Aquellas que están siempre atentas a sus ideas, a sus hábitos, hasta mismo a sus manías, percibirán, con la investigación sistemática de sí mismas, que precisan cambiar de comportamiento.
Muchos individuos cargan piedritas y hasta mismo – por qué no decir – pedregullos morales en sus idas, que sólo entorpecen el caminar evolutivo. No obstante, este mundo ofrece muchas oportunidades para el crecimiento espiritual de las personas. Algunas veces, cosas que suceden aparentemente sin razón deben ser motivo para raciocinar, entender el porqué de los acontecimientos. ¿Por qué no consiguen mantener sus empleos? ¿Por qué no consiguen mantener relaciones de afecto por mucho tiempo? Al colocarse en la posición de autoanálisis, encontrarán respuestas para todo. Dejará de hacer del sufrimiento un drama, porque el sufrimiento obliga a reflexionar y concluir que algo no va bien, que alguna cosa no está siendo observada. Muchas veces, al criticar la vida de los más próximos, accionan de la misma manera; no perciben eso, pues es mucho más fácil apuntar los errores de los semejantes. Por ese motivo, orientamos en el sentido de que hagan autorreflexión en sus vidas. No quieran que otros noten sus conductas defectuosas, el modo equivocado de observar la vida.
Estimulamos, así, a las personas a mejorar sus vidas, alejando las piedras que dificultan el caminar evolutivo, como la angustia, miedo, tristeza, depresión o excesiva preocupación con el futuro. Vivan bien cada día. Levántense por la mañana bien humorados, con el firme propósito de tornar alegres todos los momentos del día. Quien se presenta con simpatía quiebra automáticamente el mal humor alrededor de sí.
Experimenten colocar en práctica las orientaciones recibidas en las casas racionalistas cristianas, pues sólo queremos que todos los que a ellas lleguen cuiden el perfeccionamiento espiritual y crezcan en evolución con la conciencia madura, tornándose personas más valerosas y justas, comprometidas con el bienestar propio y del semejante.
Traducción al español por: Adelina González Bermúdez.