No hay perfección humana en la Tierra. Luego, el individuo debe corregir sus errores, para esmerarse dentro de los principios racionalistas cristianos. Es deber de la persona infractora cambiar para mejor, caminando firme por el sendero de la evolución al raciocinar con acierto, a fin de encontrar solución para los problemas difíciles muchas veces creados por ella mismo.
Hay muchas cosas bellas en la vida para que las personas consideren. Son tantos los buenos ejemplos, son tantas las experiencias adquiridas por la observación de errores de unas y otras, que sirven de lecciones para quienes quieren aprender y modificarse. Son muchas las posibilidades para los seres corregirse al encaminarse por el camino evolutivo, en la búsqueda de la perfección posible en este mundo de escolaridad, luchando contra sí mismos, dominándose, tornándose útiles y dignos de la consideración de los semejantes.
Todos deben estudiar el Racionalismo Cristiano, a fin de enfrentar las intemperies morales que la vida siempre presenta a los individuos incautos. Muchos de ellos no conquistan la propia felicidad al dejarse envolver por cosas que les hablan a su gusto, pero sin ningún valor espiritual. El astral inferior va de a poco envolviéndolos con su brisa maléfica por no percibir que tienen algo superior en lo íntimo,que es el sentido espiritual de la vida.
El mundo es bueno, la vida es buena, pero es necesario que las personas, como partículas que son del Principio Inteligente en evolución, usando su fortaleza física y vibración espiritual, ofrecen brazos, voluntad y coraje dirigidos para la producción de las riquezas necesarias al bienestar de la humanidad.
Las casas racionalistas cristianas están con sus puertas siempre abiertas año tras año, recibiendo a personas carentes de equilibrio síquico y estudiosos de la espiritualidad. Las Fuerzas Superiores, con sabiduría y efluvios fortalecedores, trabajan por el esclarecimiento espiritual de la humanidad. Quien llega a nuestras Casas encuentra lo que procura, crean, con paciencia y perseverancia, las condiciones necesarias al cumplimiento de los deberes con seguridad y dignidad, conquistando la real felicidad.
Luiz de Mattos
Al terminar el año, las personas tienen el hábito de pensar en lo que aconteció de bueno y de malo en sus vidas. Unas se ciñen a los hechos que transcurrieron bien, mientras otras remueven los malos recuerdos. Lo que deben hacer es fortalecer en la memoria los buenos episodios y evaluar los negativos, para que aprendan las grandes lecciones que los sucesos y reveses ofrecen, y miren hacia adelante, como se acostumbra decir. Rever las situaciones que no quedaron bien resueltas e impulsar mejores soluciones a través del esfuerzo, voluntad y trabajo es una buena decisión, para que puedan dar continuidad a la evolución en el año que inicia, porque el espíritu se fortalece con cada problema resuelto.
Muchas personas se dejan abatir cuando encuentran dificultades, tan comunes en este mundo de aprendizaje constante. Lo que ellas precisan es de empeño en las luchas que enfrentan, pensando en las mejores estrategias para la solución de sus problemas, y, así, avanzar un poco más en la larga trayectoria evolutiva.
Siendo la evolución espiritual constante y continua, los estudiosos de la espiritualidad deben consultar periódicamente los libros editados por la Casa Jefe del Racionalismo Cristiano, para que tomen decisiones correctas en sus vidas, tanto en relación a sí mismos cuanto a los que están en su entorno.
Las personas que procuran las casas racionalistas cristianas siempre encuentran buen recibimiento año tras año, sobre todo las que presentan desequilibrio síquico, pues llegan con gran esperanza de breve normalización. Todas salen espiritualmente fortalecidas, todas reciben orientaciones seguras para la resolución de sus problemas, todas tienen sus dudas de naturaleza doctrinaria esclarecidas. El libre albedrío dirigido para el bien es elección propia, como es la determinación de cambiar para mejor, pues el aprendizaje es individual. Confiados en sí mismos, avanzarán en evolución en el año nuevo.
Humberto Rodrigues
Traducción al español por Adelina González Bermúdez