Admire a quien alcanza el éxito, pero tenga certeza: usted también es capaz
Los seres humanos deben dar importancia a sus propias vidas, valorizando sus virtudes y reconociendo sus defectos, pero nunca comparándose con quien quiere que sea. Mucha gente compara la vida que lleva con la vida de otras personas, y esas comparaciones, casi siempre torna a la mayoría infeliz.
La persona que admira a un familiar, a un amigo o a un colega de trabajo en razón de los éxitos que conquistaron, muestra un sentimiento repleto de valor, al contrario del sentimiento despojado de grandeza de aquélla que, por no creer en la propia capacidad creativa, se considera infeliz al confrontar sus fracasos con las victorias de los semejantes.
Las personas que comparecen por primeras veces a las reuniones públicas de las casas racionalistas cristianas son orientadas en el sentido de dar valor a sí mismos, a la índole constructiva que poseen, de prestar mucha atención a lo que oyen, ven y hablan en el día a día, siempre vigilantes tanto a los pensamientos cuanto a los sentimientos, a fin de dirigir sus acciones y actitudes de forma adecuada.
Todos, indistintamente, tienen su valores, unos más , otros menos, de acuerdo con su grado de evolución espiritual que ya alcanzaron. Las personas que poseen determinadas virtudes y son, por eso, admiradas, sirven de ejemplo a los simpatizantes de los éxitos por ellas alcanzadas. Eso quiere decir que los seres humanos están en este mundo de escolaridad para experimentar las situaciones necesarias al perfeccionamiento espiritual planificado en los respectivos campos de estadio.
Si todos tienen valores conquistados y a conquistar, ¿por qué hacer comparaciones con los padrones de comportamiento de los semejantes? Lo que importa es quedar atentos a los hechos cotidianos, valorizándose, inclusive, en las pequeñas acciones dirigidas para los familiares, los amigos, los colegas de trabajo, o en la forma gentil del trato dispensado a terceros al ser serviciales, comprensivos y tolerantes, que son pequeños gestos de comportamiento que revelan grandes virtudes.
Si la persona es virtuosa, servicial, comprensiva y tolerante el semejante sabe que puede contar con ella, no hay razón, por lo tanto, para alguien, por algún tipo de carencia, desmerecerse por encontrar que los otros son muy felices al tener una vida más tranquila.
Lo que importa en la vida de los seres humanos es tener salud física, equilibrio psíquico y amor propio. Observen para dentro de sí mismos, valoricen sus cualidades, pues el sentimiento de dignidad personal no acepta el comportamiento individualista de sólo recibir y nunca dar.
La auto reflexión posibilita la evaluación de las cualidades que la persona ya posee y la percepción de los valores que aún están distantes y necesitan ser consolidados en la formación del carácter virtuoso. Siendo así, mejoran los atributos naturales sin preocuparse con las comparaciones unidas sean a quien fuere. El ser humano es una individualidad consciente, una emanación de la Inteligencia Universal en continuo proceso de evolución espiritual.
Traducción por Adelina González Bermúdez