El tiempo pasa, los días se suceden y el año termina. Si todos son obligados a acompañar el desarrollar del tiempo, resta saber quien supo aprovecharlo, que hecho le mereció atención, si algún hecho le trajo satisfacción espiritual. Siempre habrá quien recele el juzgamiento de la propia conciencia, por nada haber hecho de benéfico. Para los descuidados, los días son vacíos, y así se van de igual forma las semanas, los meses, tornándose el año un pasaje por este mundo escuela sin ningún provecho.
Cuando el espíritu decide venir a la Tierra para proseguir su evolución, viene para progresar a través del trabajo honrado y de las buenas acciones, y no para pasar el tiempo. Las personas que frecuentan las casas racionalistas cristianas, que leen los libros editados por la Doctrina, aprovechan su estadía terrena, tenemos certeza de eso. Gustaríamos, con todo, que otras más demostrasen las mismas convicciones espiritualistas, comprendiesen lo que hacen en este mundo y, sobre todo, supiesen vivir. Andar, comer, dormir, es natural que sean obligadas a eso, pero sería deseable que otra fuese la conducta de la mayoría. Alertamos con la finalidad de verlas comprensivas, tolerantes, solidarias, pero felices al tener una vida útil, una vida bien vivida.
La realidad del vivir cotidiano muestra que el tiempo pasa, todos cuentan años, todos envejecen. Para que el pasar de los años sea más suave y al final de cuenta haya paz de espíritu, es preciso trabajar con satisfacción, sin reclamaciones. Nadie debe vivir porque otros viven, sino porque tienen conciencia del cumplimiento del deber, de lo que hacen en la Tierra. Es lo que enseña el Racionalismo Cristiano.
Por lo tanto, queden atentos a la vida espiritual. No cuida bien de la evolución el ser ajeno a lo que la vida ofrece como aprendizaje. Aprendan, pues, a vivir. Luchen, trabajen, superen posibles sufrimientos como personas valientes, esclarecidas, para llegar al final de la existencia con la certeza de que hicieron algo de bueno en provecho del propio espíritu.
Luiz de Mattos
El final del año está próximo. El pasaje de año es imposición de calendario, una división del tiempo en días y meses capaz de regular la vida material de los pueblos, según sus propias reglas. E ahí la existencia de muchos anuarios. Con todo, sea cual fuere el calendario seguido, es buena oportunidad para que las personas mediten sobre lo que hicieron durante el año que acaba y lo que pretenden realizar en el que comienza. Las que practicaren el bien en su aspecto amplio, estarán con la conciencia tranquila, por haber cumplido bien los deberes materiales y espirituales. Aquellas que dejaron de perfeccionar los atributos espirituales y que revelan firmeza de carácter, tienen excelente ocasión para cambiar la conducta, es hora de colocar en práctica los principios racionalistas cristianos.
Esclarecemos que los trabajos realizados en las casas racionalistas cristianas, año tras año, obedecen a una disciplina uniforme ejercitada por el Astral Superior. Tiempo y espacio son dos características de los mundos de escolaridad como la Tierra, inexistentes en los campos superiores de espiritualidad. Para la Inteligencia Universal hay lo que podemos llamar de presente eterno, cuya comprensión para muchos seres es limitada.
El vivir terreno apunta muchos caminos para las personas. Cada una seguirá su rumbo, conforme el direccionamiento que diere al libre albedrío. Por lo tanto, serán aquello que quisieren ser, serán lo que piensan y hacen. En el inicio del año las esperanzas se renuevan, no faltan pensamientos de paz, salud y prosperidad en forma de palabras que reflejan ansias de bienestar, alegría y comprensión. Sepan, entonces, atraer el bien con sus pensamientos, que los sueños se concreticen con el buen uso de la inteligencia, del raciocinio y de la voluntad, que durante el año conquisten la felicidad que merecen.
Antonio Cottas
Traducción al español por Adelina González