Racionalismo Cristiano ofrece caminos para solución de sus problemas
Al iniciar un año nuevo, es importante que las personas tengan pensamientos positivos, sean optimistas, eliminando de la mente sentimientos de derrota o debilidad, sobre todo ante el perverso cuadro de salud pública en el ámbito mundial, que perdura hace un tiempo y provoca angustias y temores, generando en muchos desequilibrios psíquicos. Es hora de tener tranquilidad espiritual, especialmente las más aprehensivas, para que sientan nuevamente todo el esplendor de la vida cuando lo cotidiano retomare la normalidad en consecuencia de los resultados positivos alcanzados por la ciencia médica, que siempre socorre a la humanidad en las ocasiones precisas.
Claro que existen problemas, pues ellos hacen parte de este planeta escuela. Pero en el también existen personas con soluciones de mucha sabiduría, pues alcanzaron la plenitud de la evolución espiritual a que se propusieron en la existencia en curso y colocan su legado de conocimientos a disposición de la sociedad, proporcionando bienestar físico a sus componentes, como los virólogos hacen actualmente.
Si la ciencia médica valoriza la vida como un todo, no hay razón para que las personas no valoricen su propia vida. Si al dirigir el pensamiento para dentro de sí mismas ellas no encuentran explicación para el porqué del vivir en la Tierra, es hora de despertar para la espiritualidad.
El Racionalismo Cristiano existe para tal finalidad, pues enseña a las personas a vivir, a pesar de los contratiempos por los que pasan. Para eso, es necesario que tengan consciencia de sí mismas, conozcan sus potencialidades y limitaciones, a fin de dirigir los pensamientos y las acciones para los objetivos posibles.
Además del poder de realización de los pensamientos bien dirigidos, el Racionalismo Cristiano también alerta para la fuerza de voluntad como poderoso mecanismo que todas las personas poseen y pueden utilizar en las acciones a ser ejecutadas con esmero y en la solución adecuada de las dificultades, pues no existen problemas insolubles cuando los pensamientos atraviesan los campos vibracionales del bien y la voluntad combate la debilidad orgánica y el desánimo psíquico.
Como emanaciones individualizadas de la Fueza Creadora, que incita y transforma la materia organizada universal, los seres humanos tienen, en potencial, los mismos atributos del Gran Foco.
Desde el despuntar de la facultad del libre albedrío en el proceso evolutivo, los atributos, las facultades y muchas más habilidades de las personas están en continuo mejoramiento a lo largo de las múltiples existencias como espíritus en posesión de un cuerpo físico. Son herramientas psíquicas a ser utilizadas en la solución de los problemas personales y familiares y de los conflictos resultantes de las interrelaciones humanas. Así, depende del buen o mal uso de los atributos y de las facultades espirituales el éxito o el fracaso personal y colectivo.
Por diversos motivos, la vida no es fácil para mucha gente. La historia de la humanidad es pródiga de personas que dejaron ejemplos de una visión superior de vida al contornear sus dificultades. Ludwig Van Beethoven, músico alemán que quedó sordo al final de la carrera artística, reveló superación de su limitación física en bellas composiciones, de la misma forma que la escritora y activista americana sorda y ciega Helen Keller, al luchar en defensa de los derechos sociales de las mujeres y de las personas deficientes.
Por mayores que sean las dificultades materiales y psíquicas que las personas pasen, el Racionalismo Cristiano les ofrece caminos de naturaleza espiritualista en el sentido de todo resolver con equilibrio y tranquilidad, pues no existen soluciones acabadas para los problemas humanos. Al mirar al interior de sí mismas, deben elevar los pensamientos a las Fuerzas Superiores, para que reciban sus efluvios fortalecedores y puedan con buen sentido controlar los pensamientos, los sentimientos y las acciones en este periodo de mayor cautela con la salud física, en que precisan, sobre todo, valorizar sus vidas.
Humberto Rodrigues
Traducción al español por Adelina González Bermúdez