Ni todo lo que brilla es oro, dice el dicho popular. Hay mucha cosa que brilla, pero no tiene valor. Muchas joyas son falsas, como son falsas muchas personas. No es con brillo artificial que los seres humanos demuestran su valor. El valor se revela en la modestia, en la simplicidad, en la espontaneidad con que se presentan en el día a día. Los que hacen cuestión de aparecer, y se envanecen con lo que hacen, disminuyen el mérito de sus obras, por mejores que sean.
Hemos afirmado repetidas veces: las personas que hacen cuestión de que sus hechos aparezcan, esconden la vanidad en lo íntimo, lo que perjudica a la evolución espiritual. Por mayores que parezcan sus hechos, por más que intenten poner en evidencia un disfrazado desprendimiento, la vanidad acaba por traicionarlas y aparece a los ojos de los seres que con ella conviven. Obras beneméritas hechas para satisfacer vanidades no tienen ningún valor para el acervo espiritual de sus autores.
Los seres humanos verdaderamente desprendidos nada hacen por vanidad, ni esperan otra recompensa que no sea la satisfacción de haber practicado el bien. Los que así proceden, viven encubiertos por la propia modestia, despreocupados con la autoría de sus obras!
La vanidad es un gran mal a rondar a la humanidad, porque torna a las personas orgullosas y prepotentes. Las vanidosas son arrogantes y dejan transparecer esos sentimientos inferiores de un momento para otro. Desde que no sean satisfechas en su vanidad, ellas se rebelan, al paso que las desprovistas de presunción accionan espontáneamente, mantienen siempre la misma postura, conduciéndose de manera simple y sin pretensiones.
Hacer cuestión de brillar, de aparecer, es prueba de vanidad. Por eso, muchos hombres y muchas mujeres que tuvieron valor en cuanto fueron modestos, perdieron esa cualidad espiritual al escalar un puesto importante. Mientras se mantuvieron de forma modesta, produjeron y se destacaron. Pero, al aparecer, se llenan de orgullo y vanidad, quisieron subir en la vida a cualquier precio, metieron los pies por las manos, estropeando todo lo que conquistaron anteriormente. Inúmeros ejemplos hemos tenido de esos infelices.
Haya, por lo tanto, comprensión de la vida, sepan vivir sin ostentación y vanidad, de modo a ser siempre acatados en lo que hacen. Todos deben tener la preocupación de accionar bien, sin preocuparse con la opinión ajena. Infelizmente, siempre hay individuos convencidos dispuestos a juzgar a los otros por sí mismos.
Todos deben estar preparados para mantenerse en este mundo con equilibrio y sensatez, accionando de acuerdo con la propia conciencia. Si algo hicieren de bueno, siéntanse felices por eso, sin contar con elogios, porque, a veces, unos son sinceros, pero otros no. Se debe desconfiar de los individuos que elogian o resaltan los hecho de otros apenas por interés, y, por tanto, sin sinceridad.
Las personas que proceden de acuerdo con los principios espiritualistas caminan con firmeza por el sendero de la vida cumpliendo sus deberes. Son recompensados por tal procedimiento, porque no hay nada más importante de que la conciencia tranquila para hacerlas felices.
Así siendo, accionen como personas sensatas y simples, teniendo actitudes correctas y honradas. Procuren dar a la vida una fisionomía diferente de aquella que los individuos ignorantes de los valores espirituales estampan. Desprecien el al y practiquen el bien, para tener días bonanzosos, terminando la existencia en la Tierra con la conciencia tranquila del deber cumplido, sin orgullo y vanidad.
Luiz de Mattos
Nada de desánimo ante las luchas impuestas por la vida! Desánimo muestra falta de confianza en el potencial del ser humano para resolver sus problemas. Los reveses que se presentan naturalmente en el mundo físico son respuestas de las leyes evolutivas cuando contrariadas, visto que ellas rigen el Todo universal. Desánimo debilita al espíritu, detentor de valiosos atributos que facilitan la formación de ideas e imágenes, posibilitan conclusiones coherentes e indican soluciones adecuadas, por medio de la inteligencia a impulsar al raciocinio lógico y el buen sentido, de modo que la persona paute su vida con equilibrio, sin excesos, teniendo para ello, actitudes moderadas, ponderadas y justas.
En contacto con sí mismos, los seres humanos pueden acceder a las experiencias individuales contenidas en el bagaje espiritual acumulado en las múltiples existencias del espíritu, como así a las de la sabiduría universal por vía intuitiva, desde que sepan religarse a los campos superiores de la espiritualidad. Para eso, es preciso dar importancia a lo que de hecho es relevante, no ligándose a las mezquindades de la vida de muchos individuos, a las inferioridades humanas.
Jamás reaccionen a las actitudes negativas de los semejantes con pensamientos o sentimientos de la misma naturaleza, sino con procedimientos elevados, pues es la única forma de resguardarse de las malas influencias. No esperen por milagros o protecciones divinas, porque no existen.
Los seres humanos son capaces de todo enfrentar en sus vidas con valor, coraje y uso adecuado del libre albedrío, recogiendo lo que la siembra de la práctica del bien produce, como la serenidad, la tranquilidad, la paz de espíritu que todos desean. Todo es posible conquistar en el vivir terreno, desde que sean perseverantes en la lucha por sus objetivos espirituales, que deben tener primacía sobre los valores materiales.
Luego, no hay motivo para desfallecer. Todos tienen los recursos espirituales que necesitan para caminar en la Tierra. Estudien el espiritualismo, esclarézcanse, usen el conjunto de atributos ya desarrollados en conformidad con el grado de espiritualidad de cada uno, y estarán aprovechando bien la existencia terrena al fortalecer las corrientes vibratorias positivas. Accionando de esa forma, se auxiliaran a sí mismo y a los semejantes, conquistando la felicidad que adviene de la certeza del deber cumplido, que siempre satisface al espíritu.
Humberto Rodrigues
Traducción al español por Adelina González Bermúdez